Dogmas de Fe en la Iglesia Católica
Dogma es una verdad que se apoya en la autoridad de Dios, por eso tenemos obligación de creerla.
La definición de una doctrina no es su invención, sino la declaración autoritativa de que ha sido revelada por Dios, es decir, que forma parte del conjunto de verdades que constituyen la Revelación cristiana.
Algunas veces la aparición de nuevos errores obliga a la Iglesia a definir y declarar más lo que siempre ha sido verdad, pero que las circunstancias del momento reclaman aclaración.
Los dogmas no son verdades que la Iglesia impone arbitrariamente. Son iluminaciones de la verdad objetiva. No son muros para nuestra inteligencia. Son ventanas a la luz de la verdad.
Algunos dicen: «La vida es movimiento. Estancarse es morir. Las ideas petrificadas no hacen avanzar a la humanidad». Esto es verdad sólo en parte. Hay verdades definitivas -y los dogmas lo son- que cambiarlas no es avanzar sino retroceder.
Quien quiera cambiar que «la suma de los ángulos de un triángulo vale dos rectos», no avanza, sino que retrocede al error.
El norteamericano Fukuyans, de origen japonés, pretende que la Iglesia Católica renuncie a declarar que su doctrina es la verdad absoluta, y se vuelva tolerante contentándose con ser una opinión más en la sociedad, igual que las otras.
«Ninguna verdad puede añadirse a la fe católica que no esté contenida, explícita o implícitamente, en este depósito revelado. (...) Lo único que cabe es una mayor explicación de los dogmas, pero conservando el mismo sentido, que es definitivo e indeformable una vez definido por la Iglesia».
Sí puede y debe crecer continua y armónicamente nuestro conocimiento del dogma, pasando de lo implícito a lo explícito.
Y la Iglesia, al crecer con el tiempo los conocimientos humanos, puede aprobar infaliblemente este progreso.
No es esto crear nuevas verdades reveladas: es descubrir lo que se encerraba en el viejo legado de los Apóstoles. Lo mismo que las estrellas del firmamento descubiertas últimamente existían mucho antes, pero nosotros hasta ahora no las hemos conocido.
«No podemos decir que nuestras formulaciones de fe sean las mejores posibles. Están sujetas a perfeccionamiento. Pero sin contradecir nunca u olvidar el sentido primitivo».
«Los enunciados dogmáticos, aun reflejando, a veces, la cultura del período en que se formulan, presentan una verdad estable y definitiva».
Bien sea por una declaración solemne o por la enseñanza de su Magisterio Ordinario. «Pero el ámbito de las verdades de fe es mucho más amplio que el de las verdades expresamente definidas. Hay verdades que llamamos de fe divina porque se encuentran en la Sagrada Escritura o en la Tradición, que han de ser igualmente creídas, pero que no han sido nunca definidas, como es el caso de la resurrección de Cristo. Nadie ha negado en la historia esta verdad; y por eso la Iglesia no ha sentido la necesidad de definirla».
El Depósito de la Revelación Pública acabó con la muerte del último Apóstol. Cualquier otra revelación es enteramente privada, y no puede tener valor, a no ser que esté de acuerdo con la única Revelación Pública que Dios ha hecho a los Apóstoles.
«La fe cristiana no puede aceptar revelaciones que pretenden corregir la Revelación de Cristo. Es el caso de ciertas religiones no cristianas, y también de ciertas sectas recientes».
La Revelación ha terminado pero «nosotros debemos usar nuestra inteligencia para explorar el dato revelado, deduciendo verdades que a primera vista no aparecen claramente explícitas en el mismo, pero que no por eso dejan de estar contenidas virtualmente en él. (...) La garantía de lo que así descubrimos está en la Iglesia, portadora de toda la Tradición cristiana e intérprete autorizado de la Escritura Santa. (...) Es función del Magisterio definir los contenidos de la Revelación. (...) La teología no debe suplantar al Magisterio. (...) La última palabra la tiene el Magisterio».
«Algunos teólogos que critican la doctrina del Magisterio de la Iglesia, después quieren que sus opiniones personales sean doctrina infalible».
Por eso dice el Sínodo de los Obispos de 1967: «No les corresponde a ellos la función de enseñar auténticamente».
La Conferencia Episcopal Española ha hecho una llamada a «la responsabilidad de los teólogos» para que acaten los planteamientos de la encíclica Veritatis Splendor sobre las cuestiones fundamentales de la moral y su enseñanza. En el documento titulado Nota sobre la enseñanza de la moral alude a los teólogos «que disienten públicamente de la enseñanza del Magisterio. (...) Es necesario evitar esta actitud que empobrece y esteriliza el trabajo teológico y lo vuelve contraproducente para la misión evangelizadora de la Iglesia».
«La misión del Magisterio de la Iglesia es velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad».
La Iglesia se compone de Pueblo de Dios y Jerarquía: pluralidad en los súbditos y autoridad que unifica mirando por el bien común de todos.
jueves, 9 de diciembre de 2010
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